El trabajo del niño en medio de la pandemia

Estábamos dando inicio en estos primeros meses del año cuando a todos nos fue tomando por sorpresa esta situación de confinamiento que nos lleva a encontrarnos en una nueva forma de vida, de organizarnos, de trabajar, de mirarnos; de ser. Viviendo en una rutina y haciendo tantos planes, ahora nos encontramos ante la oportunidad de hacerlo todo diferente, parar, esperar y buscar dentro de nosotros la posibilidad de encontrarnos, renovarnos, valorar nuestro espacio y el espacio de los demás en nuestras vidas. A raíz de toda esta realidad nos enfrentamos al trabajo con los niños, en llevar a cabo con ellos alguna actividad para no dejar que se aburran y sigan aprendiendo.

Pero, ¿Qué hacer para apoyar a nuestros niños?, vale la pena que pasen todo el día jugando o intentando que hagan parte de las labores de casa y de lo que la escuela pide, muchas veces por obligación, porque toca, o porque así debe ser, todo esto es diferente entre sí o no forma parte de lo mismo. ¿Dónde quedó el trabajo Montessori?

Hagamos una reflexión entre el trabajo y el juego, para María Montessori, el niño es un trabajador incansable, siempre está ocupado en hacer cosas para su propio bien, existe en él, un propósito que le da placer y una vez que tiene la posibilidad de realizarlo por sí mismo, que improvisa y le interesa; permanece absorto en su actividad. Si tomamos en cuenta esta manera de ver el trabajo daríamos como resumen que entonces juega, ya que lo hace de manera natural, es feliz, lo disfruta y se involucra, por tanto para la Dra. Montessori el juego es un trabajo valioso.

Por otro lado, para la mayoría de los adultos el juego, es una actividad sin propósito, que le da felicidad y previene travesuras y conflictos, que le mantiene en ocupación y eso nos permite llevar a cabo nuestras actividades propias sin preocupación de lo que el niño hace. Así mismo pensar que el trabajo debe ser duro, complicado y difícil para ellos, que lleve a una meta, que logre conseguir a base de un esfuerzo poco disfrutable, que sea evidente el resultado, que muchas veces sea de la aprobación del adulto, veamos un ejemplo:

Recuerdo haber leído un libro que hablaba de la diferencia del trabajo en este mismo sentido, decía más o menos así, si observamos a un niño a la orilla del mar es motivante para él construir con arena, para nosotros, quizá también pueda representar lo mismo, creo yo, sin embargo la diferencia radica en el hecho de que nosotros no lo haríamos a la orilla de mar, ¿Por qué?, por una razón lógica y sencilla, el oleaje lo destruiría, y eso, es lo que menos queremos, sin embargo el niño, justo es lo que espera, construirlo a la orilla y que las olas lo derrumben para hacer otro, ¿Qué nos enseña esto?,  que es importante dar la libertad para que ellos logren sus propios objetivos,  que resuelvan, inventen,  decidan, vuelvan a hacerlo, así sin límites.

Y ¿A nosotros que nos resta?

Observarlos, dejar que hagan, dar la posibilidad a que el niño crezca, aprenda y viva en libertad, elección, en repetición e independencia. Disponer los espacios de aprendizaje (juego) para que crezca y se desarrolle; el material en nuestro colegio, justamente permite estas experiencias, ahora  que no podemos estar y manipularlos, será importante acompañar este proceso desde lo que podamos preparar en casa para ellos, no pierden ni se atrasan, desarrollan habilidades y destrezas que apoyan el trabajo que podamos volver a hacer en el ambiente, vamos a darles la oportunidad de hacerlo así, trabajando para el adulto que van a llegar a ser.

Miriam A. G. E. Guía Montessori, Casa de niños B



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